miércoles, 15 de diciembre de 2010

Latidos.

Cuando el cronómetro marca bien, sientes que solo te importa, y lo prefieres. Pero hay veces que se te ocultan cosas. Hay veces que no sabes la razón, pensabas que pensaba como tú. Y te lo aguantas. Y te cansas. Y el cronómetro falla, se estropea. Falla una aguja, inexplicablenmente, y la otra aguja se da cuenta de que tampoco va bien. Piensa que tienes que llevarlo a areglar, pero no es cierto. Tampoco me hace falta ningún relojero. Tiene que arreglarse la aguja sola. Cuando esa aguja se mueva, la otra la seguirá. El cronómetro no puede dejar de latir.
 

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